PAUL NEWMAN Y ELIZABETH TAYLOR

PAUL NEWMAN Y ELIZABETH TAYLOR

domingo, 25 de marzo de 2007

OPINIÓN DE UN AFICIONADO

Ya hace seis años que estuve allí, y durante el tiempo que llevo en Ciao no me había dado cuenta que había una categoría dedicada al famoso y kilométrico boulevard lleno de estrellas en sus aceras.Cuando viajé a Los Angeles (y ya que soy un cinéfilo empedernido) tuve claro desde el principio que quería alojarme en el mismo Hollywood. Quería respirar a todas horas el ambiente y la historia de la meca del cine. Para ello elegí un hotel que estuviera situado en el mismo paseo de las estrellas y que estuviera cargado de recuerdos.La elección era obvia: el Clarion Hollywood Roosevelt, situado en el mismo Hollywood Boulevard, una arteria paralela a Sunset Boulevard, en mitad del paseo de las estrellas y frente al Teatro Chino, en cuya explanada han dejado sus huellas figuras míticas de la Historia del Cine. Estaba rodeado de Historia; en la época dorada de Hollywood, este hotel era llamado "The home of the stars" (el hogar de las estrellas) y en él pasaron muchas noches de amor Clark Gable y Carol Lombard; en su piscina -que aún guarda el estilo y el sabor del Hollywood más antiguo- se fotografió por primera vez Marilyn Monroe en traje de baño para un anuncio, y se alojaba en una de las habitaciones que rodean la piscina; la habitación en cuestión está conservada tal y como la conoció Marilyn por última vez, con la misma decoración y los muebles originales (la estancia está ocupada durante todo el año por todos aquellos que la piden expresamente cuando hacen su reserva, hay que reservarla con mucho tiempo de antelación).En el salón Blossom de este hotel se entregaron por primera vez los Oscar en el año 1928, en una ceremonia que presidió Douglas Fairbanks y a la que asistieron Mary Pickford y Charles Chaplin entre otros (el acto duró unos cinco minutos, cómo ha cambiado la cosa); en el hall, una estatua de Chaplin está sentada en un banco. Estamos por tanto en el corazón de Hollywood, dentro de la leyenda. ¿Pero qué queda del glamour de los viejos tiempos? Poca cosa, incluido este hotel que en la actualidad sólo lo ocupan los turistas -desde que Beverly Hills se alzó con su categoría "de lujo" y en el barrio de Hollywood fueron apagándose las luces del mito-. Hoy, Hollywood es un mísero barrio atestado de tiendas de souvenirs y pizzerías baratas, y su paseo de las estrellas se encuadra en el escalafón de las "malas calles", mientras que la mayor parte de Sunset Boulevard es territorio peligroso. De día, Hollywood Boulevard está repleto de turistas y gente que pasea reconociendo los nombres de las estrellas que figuran en el pavimento; de noche, por supuesto, es altamente recomendable permanecer en el interior del hotel.Caminé varios cientos de metros por ese boulevard, reconociendo nombres de estrellas en el pavimento (nada más salir del hotel me encontraba con la estrella de Julio Iglesias); hay de todo, hasta el mismísimo Jesucristo tiene su estrella (increible, eh?), con una placa que reza: “Jesus Christ, Son of God”. También puse mis manos y pies en las huellas que hay en la explanada del Teatro Chino (Steven Spielberg, Harrison Ford, Gary Cooper, Vivien Leigh,... la lista es muy extensa).Pero no sólo son las placas y huellas lo que puede verse en Hollywood Boulevard; también hay varios museos para visitar (todos ellos al precio de unos 8 o 9 dólares).Enfrente del hotel está el cine Galaxy, que cuenta con un museo que, además de varios objetos usados en distintas películas, tiene dos platos fuertes: los decorados de Star Trek -el puente de mando, la mesa de la Confederación,...- y el bar original de la serie "Cheers", completo con todos sus detalles. El visitante puede pasearse por estos decorados, examinarlos con atención y, por ejemplo, sentarse en una de las butacas de Star Trek o situarnos tras la barra de Cheers.El museo "Ripley's, believe it or not!" está basado en las peripecias vividas por el aventurero de los años 30 Robert Ripley, con objetos recogidos por él en sus andanzas a lo largo y ancho de este mundo. El extravagante muestrario de "trofeos" incluye una cabeza reducida por los jívaros, lápidas con leyendas inusuales, un ternero con dos cabezas, un equipo auténtico para matar vampiros (parece el kit de Van Helsing) y demás objetos insólitos.El Museo de Cera es algo decepcionante -la mayoría de las figuras no están muy conseguidas- y el recorrido se queda corto. Destaca la imagen de Mike Thyson en la galería de los horrores, castigado a estar junto a Aníbal Lecter por el mordisco que le dio en la oreja a un contrincante. En la salida, dando la despedida, está Antonio Banderas vestido de El Zorro. El museo de cera de Beach Boulevard -por lo que he visto en los folletos- creo que debe estar mejor que este.Mi visita a Hollywood terminó un día de madrugada, cuando un shuttle bus nos recogió a las cuatro y media de la mañana para llevarnos hacia el aeropuerto (nos quedaban por delante veinte horas de viaje hasta llegar a Sevilla, con escalas en Nueva York y Madrid). De madrugada, Hollywood es un desierto de calles oscuras y solitarias, un terreno peligroso que conviene no pisar. El vehículo se detiene en un semáforo en rojo; y en ese momento, por delante nuestra, cruza un negro haciendo footing. Lleva puestos unos botines. Sólo los botines. El negro rebasa el vehículo y nos muestra su trasero desnudo. El conductor exclama "He's crazy", y lo dice con naturalidad, como el que lo ha visto más de una vez. Resulta irónico –y muy simbólico- que el último recuerdo que me lleve del mítico y dorado Hollywood sea el culo al aire de ese negro, que parece darnos una "cordial" despedida.

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